Hace 20 años se corría la carrera nº 892 de la historia de la ACTC.
Se corrió por las rutas de Santa Teresita un 16 de febrero de 1997.
En aquel momento era un comienzo de temporada como tantos otros, pero con la particularidad que la comisión directiva de la categoría más popular de la Argentina, había anunciado que, la del “Triángulo del Tuyú”, sería la única fecha en circuito semipermanente de esa temporada.
Muy lejos estábamos de pensar que además de “única” sería “última”.
Desde los accidentes fatales de Roberto Mouras y Osvaldo Morresi en 1992 y 1994 respectivamente, no eran muchos los circuitos ruteros que brindaban seguridad para el piloto y para la gente.
Con buen tino y previendo que se correría casi todo el año en autódromos, la Comisión Tecnica de la ACTC, autorizó algunos cambios.
Mejoró los frenos, corrigió cilindradas, aumentó el alerón trasero y homologó la caja de 5 velocidades.
En lo deportivo Fabián Acuña se pasaba de Ford a Chevrolet, tripulando una Chevy prestada por el Flaco Traverso.
“Cocho” López hacía lo contraria pasando de Chevrolet a Ford.
Y tal vez lo más resonante era que Alberto Canapìno ya no estaba con el Campeón Traverso (incorporaba a Christian Avila), y formaba su propio equipo con sendos Chevrolet manejados por Guillermo Ortelli y Luis MInervino.
Recuerdo que por aquel entonces este entusiasta relator manejaba la trasmisión de TyC Sports los sábados a la noche con las competencias de Midget desde el “Oscar y Juan Gálvez”-
En la semana previa se me acercó Don Isidro González Longhi y sorprendiéndome me dijo: “Pibe no se anima a hacer el avión?”.
Su consulta me dejó perplejo, ya no estaba en la empresa el extraordinario Alberto “Mono” Gagliardi y Eduardo González Rouco comandaba las acciones en la tele.
En mi mente se me venía aquella dupla fantástica que llenó de pasión el corazón de los argentinos durante décadas.
La propuesta de un referente del periodismo de automovilismo me llenó de orgullo y emoción. Lo primero que me salió fue: “Le parece?”.
Don Isidro, rápido de reflejos, respondió: “Yo creo que Usted me va a hacer quedar bien con los amigos de Giorgi Maquinarias, porque la publicidad la vendí yo”, Maestro….
Y así fue como luego de relatar una fecha más de estival de Midget por TyC Sports , agarré mi Vivace y a las dos de la madrugada del domingo partí rumbo a Santa Teresita.
Después de recibir todas la indicaciones técnicas de Julio Rodríguez, nuestro operador, y acordar con el gran “Titi” Camps los tiempos radiales, partí hacia el aeroclub a buscar ese avión que ya daba vueltas en mi cabeza.
Subí con temor, gusto, orgullo y placer.
Disfrute de un domingo pleno de sol y de una auténtica fiesta del deporte motor.
Campos repletos de público, chicanas con algo de arena, la curva del autocine, la de la virgen y todo el colorido que se veía desde el aire.
Las series fueron todas de Ford. Tito Urretavizcaya, Omar Martínez y Lalo Ramos no tuvieron inconvenientes para cruzar primero por tiempo neto la línea de sentencia.
La final se demoró por la invasión de público, lo que me permitió sobrevolar más de la cuenta la costa Atlántica.
Se puso en marcha la final y yo ya me sentía un especialista desde el aire. Mis pulsaciones latían más que el motor del viejo Cesna.
Esperaba el pase de Titi pero la pasión, la adrenalina y todo lo que generaba esa experiencia me ganaron de mano y pegué el grito: “llamando el avión….llamando el avión”
Me dan el pase y relato el vuelo de Urreta con el Ford de Correo Argentino por encima de las chicanas. Tito ganaba con comodidad pero aquel duro castigo contra los pianos de la chicana, le hicieron romper la goma y con ello perder la carrera.
Heredó la punta Lalo Ramos pero el Flaco con la Chevy violeta le manoteó la punta por una vuelta y media.
Recuerdo que iban tan fuerte que se le escapaban a la avioneta del aeroclub Villa Gessell.
La victoria finalmente fue para Eduardo “Lalo” Ramos con el Falcon del equipo Vermen (Ex Fineschi y Walter Hernández).
Un triunfo que con el paso de los años vale casi como un campeonato.
Ese triunfo cerró una de las histórias más brillantes del deporte motor en Argentina.
Nadie pero nadie aquel domingo, donde curiosamente Roberto Mouras hubiese cumplido 49 años, imaginaba que verían por última vez a un auto de TC a fondo por una ruta abierta.
Nadie lo imaginaba y yo tampoco.
Nunca pensé que aquella propuesta de Don Isidro me iba a permitir tener el honor de volar en el último avión de Carburando.