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La historia no conocida del "Loco" Di Palma

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La historia no conocida del "Loco" Di Palma
“De poeta y de loco todos tenemos un poco”, dijo Luis Di Palma a Cacho González Rouco en una entrevista exclusiva a Carburando, a fines de la década de 1990, poco antes de su trágica muerte mientras piloteaba su helicóptero. En Arrecifes, su ciudad natal, sus locuras eran moneda corriente. Una de las más conocidas, quizás, era cuando volaba debajo del puente del río con su avión.
 
Sin embargo, en 1972, cuatro amigos de 14 años, Héctor, Daniel, José y Roberto, encontraron a Luis en una estación de servicio y vivieron una anécdota particular. Por aquel entonces, el “Loco” era dueño de un Renault 4 celeste. Luis, con 28 años, ya había sido campeón en Turismo Carretera y en Sport Prototipo. Como era costumbre en la mayoría de los vehículos que tenía, había potenciado el motor del auto hasta llevarlo a la misma cilindrada que el Renault 12. En esa época, Luis pasaba mucho tiempo en el taller al costado de la ruta –que hoy lleva su nombre- ubicado al lado del restaurant de su padre. Allí, realizó uno de sus inventos: colocar un motor Tornado de una Estanciera a un Rastrojero de 1962. Según los viejos del pueblo, podía correr a la par de los Ford Falcón y Chevrolet 400. Y, cuentan, que la camioneta era más veloz.
 
 
Además, en Arrecifes, estaba instaurada la versión de que su R4 llegaba a los 200 km/h, algo impensado para un auto de esa característica. Pero tenía el problema de que se le abrían las dos puertas, debido a que el parabrisas era recto sin aerodinámica y al chocar con el viento en velocidad hacía que se deformara la carrocería.
 
 
Pese a esto, Luis encontró la solución de atar una soga entre las puertas. En ese encuentro en la estación de servicio, los cuatro amigos vieron a Luis calibrando las gomas del R4. Al acercarse, corroboraron cómo las puertas estaban atadas. Mientras, el “Loco”, inflaba y calibraba las gomas en 80 libras. Al percatarse de eso, los chicos le consultaron por qué tanta presión. Di Palma, sin ningún tipo de preocupación, contestó: “Quiero doblar la curva del Club Naútico a fondo. Le pongo 80 a las de afuera y 45 a las de adentro. Si las dejo en 28 libras me toca la llanta con el pavimento por la velocidad”.
 
 
Los amigos, anonadados, tomaron sus bicicletas y pedalearon hasta el Club Náutico. Ubicados en el interior de la peligrosa curva, apreciaron, a lo lejos, un punto celeste desde la ruta 191, que conecta Salto con Arrecifes. Era Luis, iba a realizar su propio desafío. “Fue emocionante”, fueron las palabras de uno de ellos. En fracción de segundos, vieron como el Renault 4 celeste transitó y dobló a toda velocidad la curva. Lo hizo esa vez, sin público, sin filmadora. Sólo grabado en la memoria de esos cuatro chicos que pudieron ver a su ídolo cumplir con la hazaña. “No me lo contaron. Yo lo vi”, dice Héctor, hoy de 59 años. 
 

La anécdota de Luis con el karting:


 

 

 

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