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La Vuelta de un grande

Walter Hernández se convirtió en un icono del automovilismo argentino por tener grandes resultados arriba de los autos y por tener convicciones debajo. En los 1000 kilómetros volverá a subirse a un TC. Conoce en detalle su historia deportiva y sorpréndete con una gran cámara a bordo de su prueba en La Plata
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La trayectoria de Wálter Hernández en el automovilismo argentino puede leerse desde dos perfiles. El frío, desde de la estadística y los números y otro más humano, el referido a su forma de vivir los desafíos que imponían en su época las carreras de autos.

En el primer costado de la historia, las estadísticas refieren a campañas de un verdadero campeón, cuyos inicios se dieron en 1989 con la Fórmula Renault Argentina. En esos monopostos se dio el lujo de ganar en Buenos Aires el mismo día que su primo Luis Hernández logró la victoria en el TC con una Chevy en el equipo de la familia Satriano.

Su debut en el TC fue en 1992 año en el que curiosamente corrió con tres marcas durante toda la temporada, ya que empezó con la cupé Dodge ex Manuel Carelli, con preparación del 'Vasco' Juan José Izaguirre en Benito Juárez. Luego corrió con la Chevy de Emilio Satriano y cerró con un Falcon de Di Fonzo.

Un año más tarde llegó la rápida consagración con el campeonato del TC con tan sólo 28 años, y con un Ford Falcon con el que tuvo una extraordinaria campaña para uno de los pilotos más jóvenes en ese momento en la categoría.

La tragedia de marzo de 1994 cuando se mató Osvaldo Morresi corriendo y ganando en las rutas cercanas a La Plata lo marcó definitivamente en su visión de las competencias y sus riesgos a Hernández quien en su temporada como campeón ganó 4 carreras y no pudo repetir el título al que se encaminaba de manera firme. Su negativa a correr en circuitos de ruta le valió una suspensión de dos fechas por parte de la ACTC por lo que no estuvo en Bolívar, Santa Teresita y Base de Campo de Mayo. Con semejante desventaja perdió chances y el título quedó para su vecino en el sudeste bonaerense Eduardo Ramos con un Falcon.

En 1995 pasó a ser piloto oficial Volkswagen en el TC 2000 equipo que dirigía Guillermo Maldonado con Willy Kissling como ingeniero. Con un VW Polo fue subcampeón en 1997 tras la polémica definición en Rafaela luego de terminada la Final con lluvia y barro, que tras varios cabildeos quedó para el Ford oficial de Henry Martin.

En 2001 y 2001 fue subcampeón de TC2000 con Ford oficial y en 2004 dejó el equipo de Berta y también se bajó definitivamente del TC, categoría en la que había regresado en 2002 con un Falcon.

Sin embargo siguió en actividad ya que corrió las ediciones de 2005, 2006, 2007 de los '200 kilometros' del TC 2000 y en 2009 fue Director Deportivo del equipo oficial Berta en TC2000.

Pero más allá de sus logros, hoy se valora con la misma importancia su costado humano y referencial de una era. Hernández fue un piloto joven que salió del molde convencional de los corredores de su momento. Su origen de monopostos (tal como sus pares que también triunfaron en el TC como Omar Martínez, Juan Manuel Silva, Guillermo Ortelli) le permitió ver al automovilismo de una manera integral y más abierta, en los tiempos en que la ruta era 'palabra santa' y el TC matenía en sus rituales, un altísimo grado de riesgo en sus presentaciones históricas y multitudinarias en las rutas.

El golpe de 1992 con Mouras había devaluado a los semipermanentes y la tragedia de Morresi pegó muy fuerte. Pero el único piloto que en ese momento se animó a decir que las medidas de seguridad en la ruta no estaban dadas para correr con los autos del TC fue precisamente el campeón vigente, Walter Hernández. Incluso corrió competencias de esa temporada 1994 de ruta pero promediando la temporada dijo que no iba a estar más en aquellas carreras que no le brinden la seguridad mínima. Las expresiones del joven campeón no fueron recibidas como un aporte para mejorar la seguridad, sino por el contrario, la ACTC lo sancionó con dos fechas de suspensión. Entonces Hernández no corrió tres competencias de la temporada y así perdió el bicampeonato. Se plantó en sus dichos, razonó con argumentos su postura, fue seguido por muchos pilotos que no se animaron sin embargo a poner la cara y su voz. Hernandez sí se animó. Y es el día de hoy que no se arrepiente de aquel llamado a la seguridad. El tiempo terminó dándole la razón a Walter.

Y si bien fue dificil para Hernández y para toda su gente asimilar el castigo, el valor, la honradez y su firme posición terminaron marcando un momento único en la historia en la relación espinosa de los pilotos con los dirigentes del TC. No fue un rebelde de manuel, ni rebelde ante las cámaras como otros que intentaron hacerlo. Siempre medido en sus palabras, pero firme. Respetuoso, y con argumentos valederos en cada posición. Manejaba con limpieza en la pista, y de igual manera se movía en los boxes y en el ambiente de carreras.

En el TC 2000 tuvo que soportar la amargura de aquella definición todfavía hoy discutida con el Ford oficial de Martin en Rafaela. Hernández sigue sintiendo que fue campeón de aquella temporada, como en la del 94 en el TC cuando si bien no le dieron los números recibió el título a la honradez y el valor ante lo que fue siempre su postura de tener un automovilismo seguro y sin muertes.

 


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