Opinión
Mi primera experiencia sanjuanina
El autódromo Zonda "Eduardo Copello" de San Juan siempre generó expectativas muy especiales.
Cada vez que se anunciaba una carrera en el "Majestuoso" autódromo ubicado en la "Quebrada Rugiente" nos despertaba una adrenalina diferente.
En mi caso desde muy chico añoraba con conocer ese trazado del que los relatores y periodistas especializados en la materia hablaban maravillas.
Es más, miren si era tan importante y renombrado ese escenario, que aparece en el comienzo de una película de los 70 llamada "Los Mochileros", con Ricardo Bauleo y Victor Bo, mostrando el hermoso paisaje y lo que se generaba dar una vuelta a fondo con un auto particular en ese autódromo tan especial.
En mi caso pasaron 16 años de profesión hasta que pude pisar por primera vez el autódromo sanjuanino ubicado al lado de la plaza de los poetas.
Recuerdo que siempre me lo cruzaba a Don Antonio Meritello por los pasillos de la CDA. Pionero y responsable dirigente de la Asociación Sanjuanina de Volantes, al cual le comentaba mi anhelo de conocer el famoso "Zonda". Antonio me decía: "lo invito cuando quiera jovencito, pero por el momento la categoría que Ud. relata no viene a San Juan". Me hablaba del TN, que por entonces tenía algunas difrencias con ellos.
Hasta ahí, nunca me había tocado cubrir una carrera en el Zonda por esas cosas que tiene esta hermosa profesión.
Pero llegó el día y con una nueva presentación del TC2000, en mayo de 1998, pude cumplir mi sueño de pisar el tremendo autódromo del que tanto me habían hablado y del que muchas veces había escuchado de sus riesgos importantes para el piloto.
"No cualquiera corre en San Juan", "No es para cualquiera", "Solo los talentosos andan rápido ahí", "Es extremadamente peligroso", en fin, innumerables frases que se leían y escuchaban históricamente.
Recuerdo que en aquel fin de semana de 1998 no podía creer lo que veía. Ese hermoso paisaje de montañas que bordeaba la pista. El sonido extraordinario de los motores retumbando como una cajita de música en la quebrada rugiente, el puente, el "Rulo", la recta opuesta y todo lo que rodeaba al tremendo circuito con sus tribunas naturales.
Quedé hipnotizado con lo que proponía ese autódromo y todavía no se había desarrollado la carrera.
Eran épocas de gloria de la categoría con los grandes protagonistas como Traverso, Bessone, Martínez, Henry, Cingolani, Walter Hernández, etc y los nuevos modelos que deslumbraban a la gente.
Pero en esa carrera se dio un hecho que quedaría grabado para siempre en los fanáticos de los fierros, del TC2000 y de San Juan.
Tito Bessone, con aquel hermoso Chrysler Neón, se pegó la piña de su vida bajo el puente, un vuelco que realmente asustó.
El “Zonda” no perdona y fue así cuando restaban sólo 2 vueltas que “Tito” llenó de dramatismo el mediodía sanjuanino.
Bessone en una charla con nuestro compañero Matías Pollio para carburando.com en 2016 lo recordaba:
“El accidente que tuve en 1998 fue producto de la imprudencia mía porque yo venía sin hidráulica. Al doblar se me venció la fuerza e impacté a 45 grados, afortunadamente, y no en forma frontal porque hubiera sido mucho más grave. Di muchas vueltas y me asusté mucho porque sentía olor a combustible y no podía abrir la puerta. Los segundos que pasaron parecieron una eternidad por temor a que se prendiera fuego. Eso fue lo que más me impresionó. El accidente fue espectacular y quedó en la retina de todos ya que di casi 10 tumbos y fue en una zona muy crítica. Los colegas que pasaban se imaginaban lo peor y recuerdo a Traverso que paró y bajó del auto y cuando me vio bien me dijo: “Uh, no te mataste”, obviamente en joda pero literalmente.”
Vaya paradoja del destino porque quince días después el TC2000 corría en Olavarría y el que volcaba espectacularmente con su Honda, zafando su pellejo de milagro, fue el bueno de Juan María.
Pasaron 20 años ya de aquella experiencia personal y de aquel momento dramático que marcó a Bessone y al TC2000, en un circuito que ya no tiene esa extrema peligrosidad, pero que sigue siendo de los más exigentes del país.