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TC show

La categoría dio un gran espectáculo en Olavarría, pero debió recurrir a un sistema antideportivo que no respeta la filosofía teceísta.
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La carrera de Turismo Carretera de ayer, en Olavarría, quedará en la historia. Nunca antes en los 78 años de existencia de la categoría un piloto que largó tan atrás en un autódromo llegó a la victoria, como lo hizo Matías Rossi que largó 42º. Difícilmente en las casi 1.200 carreras disputadas haya habido la cantidad de sobrepasos que se produjeron en la competencia especial de ayer. Incluso, en este TC de hoy probablemente se necesiten tres fechas para acumular el número de superaciones que cosechó solo Rossi en esta inédita presentación de la categoría más popular de la Argentina.

Fue un día ideal para ponerse del otro lado de la pantalla de la TV desde la posición de un espectador ocasional. El gran espectáculo que se vio en pista ameritaba despojarse de prejuicios para lograr entusiasmarse con cada cambio de posición en pista, toques, despistes, alteraciones constantes en el largo pelotón y con un final electrizante. La posibilidad concreta de que ganen pilotos como Gastón Mazzacane, Laureano Campanera, Mathías Nolesi, Próspero Bonelli y hasta el mismo Juan Martín Trucco no son sensaciones habituales de cada fin de semana. Fue un gran show. Entretenido, vistoso y emocionante… Pero un show al fin, lejos del espíritu deportivo.

Es imprescindible analizar por separado lo que se vivió en Olavarría, para que lo espectacular que se vio en pista no condicione las conclusiones finales. En la previa, se sabía que el objetivo de ofrecer una carrera entretenida no podía fallar. La propuesta, desde lo reglamentario, era infalible. Los pilotos y autos rápidos largando atrás, y los no tanto adelante. Y como si fuera poco, un sorteo que definió las posiciones de partida. Una concepción antideportiva y lejos de la filosofía teceísta.

El TC se jactó durante mucho tiempo de ser la “única” categoría que no necesitaba cambiar los formatos deportivos para captar la atención de los aficionados. Nunca se apartó de sus tres series y final (salvo alguna excepción). Filosofía TC, que le llamaban. Incluso, siempre miró de reojo como las demás categorías intentaban enamorar al público con variantes deportivas. Hasta la dirigencia rechazó volver a correr las “2 Horas de TC” de los ´90s con pilotos invitados, “porque las carreras eran aburridas y el público no las entendía”.  Además, siempre tomaron distancia del concepto “show”.

El TC no fue TC ayer. Pareció confundirse en la dinámica actual de capturar nuevo público y descuidó a sus fieles. Demostró con esta carrera estar preocupado por la pérdida de interés del público. Y debió recurrir al show. Admitió indirectamente una debilidad. El TC no ofrece buenas carreras últimamente. Pero a diferencia de otros tiempos, en lugar de meter mano en el reglamento técnico, dio un volantazo en lo deportivo. Apeló a un formato de carrera inoportuno e injusto, en plena definición de la etapa regular. Más allá del resultado final, una bolilla decidió que Rossi largara 10 puestos detrás de su rival Omar Martínez, con quien se juega los puntos por ganar la etapa clasificatoria. Ni el año de transición justifica semejante idea…

El TC no necesita de carreras con cambio de neumáticos, ni carga de combustible, ni sorteos... La categoría es lo que es gracias a su rica historia y a la rivalidad de marcas, con una fórmula deportiva sencilla y exitosa. Una folclórica tradición que no precisa de inventos raros.

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