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Un "Trueno" por la General Paz

El Trueno Naranja, el auto más emblemático del TC cumple 50 años y tiene su curiosa historia
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Un "Trueno" por la General Paz

El "Trueno Naranja" de Carlos Pairetti, quiza junto a "La Galera" de los Hnos. Emiliozzi, sea uno de los autos mas famosos del TC.

Concebido originalmente como un prototipo Ford, con algunos graves accidentes con consecuencias fatales, como el caso de Oscar Cabalén, hicieron que la marca del óvalo azul dejara de lado este proyecto.

Pero Horacio Steven, el creador del auto, por sugerencia del representante de la marca Chevrolet, Carlos Pairetti, acordaron poner ese prototipo abandonado nuevamente en pista, adaptar el auto el motor Chevrolet 250 para poder ganarle a los Torino.

Paradojicamente, la trayectoria de este auto en el TC no fue todo lo larga que su fama indicaría, pero si fue muy efectiva.

"Il Matto" nacido en Estación Clucellas, Santa Fe, pero representativo de Arrecífes,  corrio solo 11 carreras con ese auto, pero las cuatro victorias que logró serian suficientes para arrebatarle a los potentes Torino el campeonato de 1968.

Era un auto muy moderno para su época, lo que unido a los eficientes motores 250,  preparados por el ingeniero Ricardo Joseph, la caja Corvette, y un increible Cx de 0,22, más las agallas conductivas de Pairetti, marcaban a fuego una historia imborrable de nuestro automovilismo.

Tanto que hoy, a 50 años de su aparición, sigue siendo un auto llamativo por sus formas, por su historia y porque marcó a  pibes de aquellos tiempos, que se peleaban por tener ese "autito" con cucharita y  masilla que desaparecía rápidamente de los kioscos y jugueterías. Tener el "Trueno" era como tener un trofeo inalcanzable.

Pero este auto comenzó con una curiosa anécdota .

Cuando General Motors y Pairetti hacían debutar el "Trueno Naranja" en las "250 millas de Bs. As" en el autódromo capitalino el 22 de agosto de 1968 marcaban el mejor tiempo de la clasificación pero sacrificando el embrague.

Para poder repararlo correctamente, el auto fue trasladado hasta la planta de General Motors en San Martín, muy cerca de la General Paz.

Los mecánicos trabajaron durante toda la noche del sábado, cambiaron la pieza, pero cuando lo pusieron en marcha y lo probaron, oh!! sopresa, el nuevo también se había roto.

Por lo tanto hubo que volver a reemplazar el dichoso embrague, lo que implicaba sacar el motor del auto.

Los trabajos se extendieron más de lo pensado y a las 8.30 del domingo, día de la carrera, el "Trueno Naranja", decorado de ese color porque juntaron varias latas de pintura que había en el taller según Paitretti, todavía estaba en la General Motors, cuando el horario de largada de la importante prueba estaba pactada para las 9.

En el autódromo de Bs. As. Pairetti transpiraba, pero la largada se demoró, ya que los CD no querían empezar la carrera sin la vedette del fin de semana.

Diez minutos pasadas las 9, una camioneta con el prototipo naranja partió por la avenida General Paz rumbo al Autódromo, pero el tránsito era tan grande que avanzaban a paso de hombre.

"Carlitos" Pairetti consigue que dos motociclistas de la policía vayan a su encuentro de su auto lo cual ocurre a la altura de Liniers donde estaba frenada la caravana.

Era prácticamente imposible llegar y la única forma sería de manera heroica.

Uno de los mecánicos del equipo puso en marcha el "Trueno Naranja", lo bajó del trailer se encolumnó detrás de los motociclistas por la mano contraria, más despejada, y enfiló rumbo al "Coliseo" porteño que desbordaba de gente.

Ese joven mecánico de paso iba calentando los fierros y los fuidos para la largada. El auto llega tiunfalmente a las 9.40,  ese mecánico era nada más ni nada menos que Jorge Pedersoli.

Jorge Pedersoli aquel mecánico de la GM y el motorista más campeón del TC

 

La competencia comenzó con cincuenta minutos de atraso, pero con el sorprendente auto naranja en la grilla.

Pairetti largó cautelosamente y ya en la 4° vuelta agarró la punta hasta el giro 55, cuando el diferencial le jugó una mala pasada a 22 del final.

Así fue el comienzo de un auto que hoy sigue despertando curiosidad y también polémicas.

Pairetti dice que lo compró un Gitano y lo cortó para venderlo por fierros viejos.

La historia dice que lo compró en su momento Eduardo Bouvier, el cual lo corrió un par de carreras, hasta inclusive le llegó a cortar el techo porque los spider, en Sport Prototipo, funcionaban mejor.

En Luján, Bouvier lo tuvo descansando en el fondo de su taller por décadas, hasta que por gestión de Hugo Mazzacane se reconstruyó y hoy es una de las joyas más preciadas en el Museo "Roberto Mouras" del autódromo platense.

 

Fuente: archivo de Carburando, Corsa y Fierro Líquido

 

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