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Conquistó a Herceg, aprendió con Traverso y fue campeón

Mario Gayraud llegó desde su Pigue para ocupar un espacio en el automovilismo. Se ganó la confianza de Herceg, fue compañero de Traverso y salió campeón
Conquistó a Herceg, aprendió con Traverso y fue campeón
Conquistó a Herceg, aprendió con Traverso y fue campeón

Desde su ciudad natal, Pigue, Mario Rodolfo Gayraud salió en búsqueda de la consagración dentro del automovilismo. Con sacrificio, dedicación, y aprovechando momentos, el joven del interior de la provincia de Buenos Aires lo logró. Sin querer, lo contará en la nota, pudo conquistar a José Miguel Herceg, que lo llevó a su equipo, y pudo aprender rápido de Juan María Traverso. Con un Ford Taunus fue campeón del TC 2000. Acá parte de su historia.

La llegada al TC 2000

“Después de dejar el Turismo Nacional, porque la categoría en ese momento decidió hacer carreras con dos pilotos y a mí no me gustaba, vendimos el auto y decidimos pasar al TC 2000. Viajamos a Buenos Aires, fuimos a lo de Carlos Akel, y compramos un Ford Taunus. Coco Pardal fue el encargado de hacerlo en el año 82. Una vez terminado lo llevamos a Pigue, armamos el motor ahí con un grupo de colaboradores y debutamos en Las Flores”.

La vidriera fue seguir a Traverso

“En mi primera carrera recuerdo que estaba lloviendo y en un  momento de la final el Flaco me saca la vuelta. Cuando me pasa lo sigo y durante un par de vueltas fui cerca e íbamos los dos casi de costado hasta que me fui a fuera.  Aunque parezca mentira esa carrera fue el pasaporte que me permitió llegar más tarde al equipo de Miguel Herceg. El Polaco estaba mirando esa situación y lo sorprendió que yo siguiera a Traverso tan cerca durante esos giros y en las condiciones en la que estaba la pista. A fin de esa temporada me elige para estar en su estructura”.

Comienza la relación con Herceg

“A través de un contacto llegamos a lo de Juan Loioco, que era integrante de la Comisión de Concesionarios Ford, para que nos hiciera entrar de Herceg ya que no era fácil llegar a él. Nos pusimos de acuerdo para encontrarnos y a finales de 1982 viajo con mi padre para ver al Polaco. Yo quería que prepare el motor. Lo cargamos en un baúl, lo pusimos en la caja de una camioneta, y partimos a Capital. Nos juntamos todos en un restaurante de la costanera y le pedí se me lo podía hacer. Me contestó que lo llame al otro día a las seis de la tarde así me daba una respuesta. Ahí pensé que no me iba a dar bolilla.

Al otro día lo llame y llega la sorpresa. Me pide que vuelva al taller y hacia allá fui. Cuando entro casi me muero. Me encuentro a Héctor Gradassi. No lo podía creer. Para mí era un genio. Cuando se va Pirin, lo saludamos, y entramos nosotros. Ahí viene la gran noticia. Herceg me dice “la Comisión de Concesionarios no va a seguir y yo tengo dos autos. Uno lo va a correr Traverso y el otro vos”. Me quedé helado. Cuando reacciono lo primero que le pregunté fue el tema plata. “No te preocupes. No hay nada que pagar. Cuando el auto gane se paga solo”, me contestó. Nos volvimos a Pigue con mi viejo y no lo podíamos creer. Es más no lo quisimos contar por miedo a que no se no dé. Terminó siendo una realidad. Estaba en lo de Herceg”.

La relación con el Flaco

“Para mi estar con el Flaco fue increíble. Yo venía de un pueblo, no conocía tanto, y la responsabilidad era muy grande. Estaba en un auto de Herceg, tenía que manejarlo, y era difícil. Los autos no eran como los de ahora. Por suerte en ese momento me convertí en un espectador de lujo del Flaco.

Recuerdo que fuimos a Rafaela y el Flaco estaba primero y yo tercero a un segundo de diferencia. Cuando paramos en boxes le pregunto si no me ayudaba una vuelta para ver que hacía y ver donde estaba esa diferencia. “Dale Nene, si podes, seguime”, me dijo. Salimos a girar y yo me pegué a su auto”.

La palanca Nene

“Cuando llegamos al mixto de Rafaela, en esa época se giraba al revés, su auto se pone todo de costado. Primero le veo la puerta del acompañante y después la otra y en esa maniobra me saca como 50 metros. No lo podía creer. Repetimos la vuelta y hace lo mismo. Al parar en boxes le digo que no lo puedo seguir y le pregunto qué hacía. Lo primero que me contesta fue “viste que no me pudiste seguir". Ahí me di cuenta de lo que manejaba el Flaco.

Le insisto sobre la maniobra y me lleva a mi auto. Se sienta y con la mano izquierda agarra una palanca que estaba en el volante. Le daba para adelante y para atrás. “Esto regula la barra delantera”, me dice, y lleva la otra mano a la altura de la cola del asiento donde había otra. “Esa regulaba la trasera”. Ahí me explicó que al salir de la horquilla la de arriba la tenía que poner toda para adelante y la de abajo toda para atrás. Luego al salir del curvon, la de arriba debía llevarla al medio y la de abajo toda para adelante. Para mí era todo un chino y me lo anoté. Cuando salimos a clasificar quedé segundo y achique la diferencia. Para mí fue un maestro. Siempre me tiró la verdad”.

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El campeonato

“Las dos primeras carreras de ese torneo las gano y en la tercera salgo segundo. Ahí le saqué a Esteban Fernandino 55 puntos de ventaja porque abandonó las tres. Luego el Chango ganó seis seguidas. Faltando dos fechas llegamos a la de Pigue y estaba arriba mio por 7 puntos. Ahí aprendí que no había que confiarse por más diferencia que exista. Largamos, su auto se para, y gano yo. Me fui a la última de Buenos Aires con distancia y salí campeón”.

Compañeros de lujo

“Tuve la suerte de tener compañeros de equipos de primer nivel. Me tocó estar con Juan María Traverso, Luís Rubén Di Palma, Ernesto Tito Bessone, Esteban Fernandino y Cocho López. Con todos me llevé muy bien”.

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Imaginó tocar con su mano la de todos sus seguidores

“Todos los triunfos son lindos pero tengo que diferenciar uno. Fue el que gané en mi ciudad que todavía lo sigo teniendo muy presente. Fue en 1984 con el Taunus. Recuerdo que en la parte final, el Flaco venía segundo, el público se volvió loco de alegría. Yo desde arriba del auto podía ver cómo la gente saltaba y sacudía todo lo que tenía en su poder. Fue ahí donde pensé que tenía hacer algo distinto. Saqué mi mano izquierda afuera e hice todo el último giro saludando e imaginando que tocaba a cada uno de ellos que daban ánimo. Fue emocionante”.

El maestro

“El Polaco fue todo para mí. Se portó muy bien conmigo y me respetó siempre. Hasta el día de hoy lo trato de usted porque considero que es un ser superior”.

  

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