Opinión
Pernía ganó mucho más que un campeonato
“Tantas veces me mataron. Tantas veces me morí. Sin embargo estoy aquí, resucitando”. Así anda hoy Leonel Pernía, a los 44 años, cantándole al sol como la Cigarra de María Elena Walsh. Abrazado a esa copa de campeón que tantas veces lo esquivó y como dice la canción, lo enterró, lo hizo desaparecer y hasta lo hizo sufrir su propio entierro.
Aunque cada vez que la desgracia y la mano con puñal lo mató tan mal, siguió intentando. Porque después de cada duro golpe se dio cuenta que no sería la única vez que tendría la oportunidad. Y siguió cantando. O acelerando. Más fuerte que nunca.
Se enfrentó ante una gran prueba este fin de semana. Todo Renault a sus órdenes. Y frente a un rival durísimo como Matías Rossi. Rindió una prueba de fuego el sábado. La más importante demostración de talento, respaldado con una entereza anímica y fortaleza mental, que se le exigía en el ambiente. Una actitud ganadora que muchas veces se le reprochó.
Y salió a la pista a clasificar, con la amenaza de la mejoría de los Toyota que habían evolucionado con Rossi dominando el primer entrenamiento. Y no dejó dudas el tandilense. Pulverizó los relojes en los dos cortes clasificatorios. Se llevó los cinco puntos para empezar a sentenciar el campeonato. En el momento bisagra.
No se lo vio inquieto en todo el fin de semana. Incluso cuando no aparecía tan fuerte en los entrenamientos. Tampoco nervioso. Aunque sí enfocado y con la concentración más aguda que nunca. El rostro firme y los gestos duros de una fiera delante de la presa. No de temor.
No le tembló el pulso para sortear el momento más crítico del domingo: la largada. Aseguró la movida, con el criterio de quien tiene un claro objetivo, aunque eso significara perder la punta de la carrera. Y no se equivocó nunca. Siempre fue campeón en la pista.
Como tantas otras veces, pero que no acabaron con la recompensa merecida. Porque Leonel Pernía fue hasta aquí el campeón sin corona del TC 2000 y Súper TC2000. Cinco subcampeonatos, que desvalorizaban sus quilates de piloto top y que hoy cotizan más que nunca con la primera corona en su poder.
Puso las cosas en su lugar. Porque no cambia su valor como piloto, aunque sí su consideración al entrar en la lista de los grandes consagrados. Una materia pendiente, que marca un antes y un después en la vida deportiva de los protagonistas. Justicia deportiva. El fin de un estigma. Su alivio personal. El descarte de un lastre. Igual que el sobreviviente, que vuelve de la guerra.
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