Dakar
DÍA 11: UN PASEO EN EL HÉRCULES
SALTA.- En los albores del Dakar en América del Sur, el traslado habitual de la organización era con los aviones militares. Y en esos vuelos, el Hércules de la Fuerza Aérea Argentina tomaba su protagonismo. Con el tiempo, la cantidad de aeronaves utilizables obligó a otras alternativas, hasta que finalmente quedó en el recuerdo. Este año, Bolivia aportó un Hércules para el traslado entre diversos puntos de ese país, inclusive el último, desde Uyuni a Salta.
Parte de esa experiencia la vivimos con la partida en la madrugada boliviana. En el aeropuerto de Uyuni, todos los que integrábamos ese vuelo dejamos los bolsos en fila a metros de la aeronave, para que los encargados de seguridad inspeccionaran con los perros. A partir de allí, la organización, con un lector, leyó la credencial de cada uno de los pasajeros, mientras que una autoridad de migraciones requería la tarjeta que nos entregaron el día anterior en el campamento boliviano.
A partir de allí, a ingresar al Hércules por la parte posterior, al igual que el equipaje. No abunda la comodidad, al contrario. Sin butacas, todos nos sentamos en las cuatro filas de asientos de lona extendida, a la espera del cierre de las puertas para el despegue.
Los ruidos son raros. Las varillas están a la vista, por lo que pareciera que todo es más precario. A partir de allí, la aventura. La temperatura oscila permanentemente. Del frío intenso a los calores que de repente descienden desde el techo. Al menos el aparato no se mueve violentamente ante las turbulencias, o así pareciera desde adentro.
La experiencia duró 1h20m. Muy suavemente las ruedas tocaron el asfalto de la pista salteña. La compuerta trasera se abrió y comenzamos el descenso, mientras los tripulantes dejaban los bolsos sobre la pista. Cada uno buscó el suyo y a partir de allí, el veloz trámite migratorio dentro del exclusivo operativo Dakar.
