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EL FUEGO QUE NO DEBE APAGARSE

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En los últimos años el riesgo natural del automovilismo se ha reducido considerablemente. Si bien el riesgo 'cero' no existe en el deporte motor, las distintas instituciones que rigen este deporte en el mundo han elaborado variantes en materia de seguridad para las carreras de autos. Nuestro país no le ha escapado a esa idea y también trabajó y trabaja para eso adaptándose a los circuitos, estructuras y presupuestos que tenemos.

Tras la polémica instalada acerca de las reformas en la chicana del circuito de Santa Fe, la pregunta que me hago es: ¿no nos estaremos excediendo en el tema?,  ¿por cuidarse celosamente ante algún posible cuestionamiento o litigio en materia de seguridad, no se estará limitando demasiado esa vertiginosidad genuina de este deporte? La respuesta no la tengo pero pareciera que últimamente vamos indefectiblemente a carreras muy lineales y con pocas posibilidades de arriesgar para elaborar una maniobra e intentar un sobrepaso.

Que se entienda bien, no estoy en contra de agotar todas  las medidas de seguridad, pero sí en el excesivo recelo porque no pase nada y que una carrera de autos se convierta en una persecución o un paseo veloz. Este fin de semana en el callejero de Santa Fe un piloto que pelea el campeonato de Súper TC 2000 dijo: “si seguimos así vamos a tener que frenar hasta en los semáforos”. Y razón no le falta. La variante de la chicana del trazado urbano de Santa Fe fue un fiasco, excesivamente  lenta, sacándole ese vértigo que generaba el violento cambio de mano donde los autos volaban quedando con sus cuatro ruedas por el aire y pasándole muy finito a la pared. Fue tan cerrada que los pilotos no alcanzaban a tomar envión para elaborar en el final de esa recta rápida una clara maniobra de sobrepaso.

Con el dibujo anterior se corrieron más de 10 carreras y nadie salió lastimado. Sí se rompieron algunos autos, y el golpe más fuerte se dio en 2014 entre Emiliano Spataro y Mariano Werner. Desconozco si fue el ente rector, el organizador o los pilotos los que impulsaron este cambio. La mayoría de los pilotos con los que hablé no estaban de acuerdo con este dibujo,  reclamaban un poco más de adrenalina en este nuevo trazado. Hay que admitir que se logró un circuito muy seguro pero poco entretenido y sería muy bueno poder conjugar las dos cosas.

No hay que olvidarse que el automovilismo es un deporte que se caracteriza por generar suspenso, emoción y adrenalina. Siempre fuimos a un autódromo a ver al héroe que manejaba un bólido de acero a casi 300 kilómetros por hora, admirando su destreza a la hora de tomar una curva, frenar o pasarle muy finito a los guardrails. No en vano en lugares como Rafaela, San Juan, Buenos  Aires o los circuitos callejeros desbordan de público. La gente quiere ver a sus ídolos arriesgar, jugarse, derrapar, pasarse.

Ojalá, y reitero, sin escaparle a la seguridad, podamos volver a tener competencias donde se sienta ese 'cosquilleo' inigualable. No apaguemos ese 'fuego sagrado' que alguna vez puso al deporte motor en la Argentina muy cerquita del fútbol en popularidad.

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