Opinión
MÁS RÁPIDO, ¿ES MEJOR?
Flavio Briatore sostiene que más velocidad no agrega valor al espectáculo. ¿Esto es así? ¿Qué otros elementos aportan para que la actividad sea más atractiva?
"A mí no me interesa que el auto logre 20 km/h más de velocidad final. No creo que eso le agregue valor a este espectáculo. Yo soy partidario de aquello que viste el acontecimiento. Añoro aquellos años en los que las promotoras eran tan admiradas como las máquinas que rugían en la grilla. Cuando las grandes personalidades y el jet set tomaban el paddock de la Fórmula 1 como su hábitat natural para demostrar al mundo cuánto glamour posee este ambiente. Esta F.1 de hoy es por demás aburrida". Envuelto, como siempre, en sus exclusivos aromas de perfumes únicos, Flavio Briatore lanzaba sus dardos contra la máxima categoría cuando lo excluyó de la vidriera de ese ambiente de negocios aspiracional a metros de los boxes.
Dueño de una personalidad única, el italiano, ya de 66 años, es toda una personalidad. Director comercial del exitoso equipo Benetton en los 90 y luego director deportivo del equipo Renault, jamás pasó inadvertido. Organizador de grandes fiestas en su exclusivo local Billonaire, de Cerdeña, quizá comparables con las de Silvio Berlusconi, llegó a la F.1 de la mano de la familia Benetton, que le ofreció la nueva aventura automovilística como reconocimiento por imponer, con gran talento, la marca de ropa en el mercado americano. "No me gusta la Fórmula 1. Me gusta mi trabajo y construir productos para venderlos. Y hay algo que es fundamental: debo estar rodeado de gente con la que me sienta muy cómodo. Si no es así, me voy", comentó. Y así fue que se unió al mejor negociante del mundo: Bernie Ecclestone, con quien se asoció en otro deporte, el fútbol, al adquirir el Queens Park.
Más allá de las modelos que se pasearon a su lado, desde Naomi Campbell, Heidi Klum o Elisabetta Gregoraci, su actual pareja, y sus permanentes salidas en las publicaciones de moda, Briatore siempre está en la Fórmula 1. En un sitio tan extraño como fue el trazado urbano de Baku, en Azerbaiyán, donde la categoría desembarcó el fin de semana último, Briatore salió con su sello: "Sin mí nunca se habría celebrado. Conocí al presidente de Azerbaiyán hace tres años en Cerdeña y le dije: ‘¿por qué no hacen una carrera de Fórmula 1?’. Dijo que era buena idea y me invitó a Bakú. Nos montamos en un helicóptero y me demostró desde arriba cómo podría ser un posible circuito. Dije: ‘Parece fantástico’, y le puse en contacto con Ecclestone. Bernie no sabía ni dónde estaba Azerbaiyán, pero en seis meses se firmó un acuerdo”.
Si bien Briatore tiró varios títulos en sus declaraciones (“Alonso es un jubilado de lujo”, por la baja performance de McLaren-Honda, por ejemplo) con su particular estilo se refirió a la situación de la Fórmula 1. Que bien podría extenderse a otras categorías, siempre con la salvedad de las enormes distancias. ¿Hacia dónde se dirige una categoría que busca más velocidad? ¿El público valora esos logros que para los propios son bien cotizados? ¿O el espectáculo, en su conjunto, es lo que aporta el imán para que las multitudes traccionen la actividad?
Lo deportivo es lo que manda. La incertidumbre hasta último momento por los resultados incentiva la atracción por la actividad. Cualquiera fuese la disciplina. Pero aquellas características añoradas por el italiano seguramente también lo son para gran parte de aquellos que hoy no se sienten atraídos por el automovilismo. Son otros tiempos y hay otros parámetros. Pero un puñado más de velocidad no es exclusivamente proporcional al éxito, que puede estar vinculado con la competitividad deportiva, el protagonismo de los pilotos y el aura de aquel ambiente que Briatore extraña…