Opinión
PECHITO ATRAVIESA LAS GRIETAS
El piloto argentino se destacó sobre la base de la perseverancia y el esfuerzo ante las adversidades. Su talento permitió anular diferencias en busca de un objetivo.
Bien podría tomarse como ejemplo para aquellos jóvenes que aceleran un karting con el lejano sueño de llegar a lo máximo. El inconsciente colectivo del automovilismo marca esa gran meta a la Fórmula 1. Y en ese camino, para la mayoría frustrante, se agotan decenas de alternativas estériles. En la Argentina se puede confeccionar una extensa lista de pilotos que llenarían ese triste casillero.
El caso José María López, que integra ese numeroso grupo, es válido para tomar como ejemplo. No sólo para aquellos que se calzan un buzo y un casco para acelerar más que otros. Es efectivo también en cualquier ámbito. En definitiva, es el ejemplo de cómo no bajar los brazos y lograr metas impensadas. ¿Acaso el propio López soñaba con salir campeón del mundo cuando en aquellas calurosas jornadas del verano de 2010 se frustraba su proyecto de F.1?
La perseverancia y el esfuerzo son las mejores herramientas para alcanzar objetivos. Pechito sabe mucho en ese aspecto. Los golpes deportivos (no fueron justamente en las pistas) lo fortalecieron. Lamentablemente supo de este tipo de frustraciones. De estar en los umbrales y no poder dar el paso final. Esas historias son bien conocidas.
En aquel intento para llegar al fantasmagórico equipo USF1, Pechito logró lo que nadie en un país tan particular como la Argentina: unió a los argentinos. En aquel momento el entonces ministro del Interior, Florencio Randazzo, anunciaba el apoyo oficial a una gestión que había iniciado el senador opositor Carlos Reutemann. Y detrás se encolumnaron integrantes de un automovilismo más dividido que la mismísima política nacional. Víctor Rosso, partícipe protagónico del entonces TC2000, y Alejandro Urtubey, del TRV6. El ACA se movió como nunca y por aquellos días se vivía casi como en un cuento de ciencia ficción. Hasta que todo se diluyó ante un proyecto carente de seriedad.
Pechito siguió para adelante. Transformó el automovilismo nacional con su particular estilo y esa fortuna que le resultó esquiva en tantas ocasiones lo compensó con aquella carrera de WTCC en Termas al ganar con ese BMW por el que nadie apostaba. Otra vez en la gran vidriera internacional.
Su mayor mérito luego fue ganarse un lugar en el equipo oficial galo, que desembarcaba en la categoría. Porque inicialmente ese butaca era compartida. Pero asombró en las pruebas y contó con el respaldo serio, constante y sumamente profesional de Citroën Argentina para tener su espacio. El resto, estaba en las mejores manos: las de Pechito, que obtuvieron dos títulos mundiales y el tercero en plena etapa de maduración.
Tras una década, López vuelve a la fórmula. De aquel GP2 a esta experiencia eléctrica de la mano de DS. Y con el respaldo del mismo grupo automotor, nuevamente la responsabilidad cae en las mejores manos, las mismas que construyeron esos logros que ni siquiera cabían en las mentes más arriesgadas. Un gran ejemplo de perseverancia y actitud que puede trasladarse a cualquier ámbito. En su momento Pechito atravesó las grietas. Quién dice que todo esto no sea el camino para sueños mayores…