No parece fácil encontrar una conclusión firme acerca de lo que pasó en el desenlace de la Final del TC en Rafaela entre los pilotos de Torino, Facundo Ardusso y Emiliano Spataro. Se pueden analizar algunas cuestiones que van más allá de las estrategias o el rendimiento de los autos para tener una aproximada conclusión. Si bien el TC como categoría histórica no había permitido hasta este año la llegada de equipos de marca para evitar situaciones incómodas, lo cierto es que igualmente se han vivido polémicas parecidas porque siempre existieron equipos y estructuras muy fuertes en la categoría ( recordemos los casos emblemáticos del Lincoln Sport Group, o del JP Racing, por ejemplo) y las cuestiones a resolver entre pilotos cuando no se resolvían antes, siempre derivaron en polémicas.
No es la primera. Ni será la última discusión por el tema de los equipos y en el automovilismo profesional argentino no deben sorprender más. Se trata de un gran negocio, integrado por unidades de negocios más pequeñas dentro de un deporte profesional. Si hay equipos, puede haber órdenes, explícitas o implícitas. Ganar es la estrategia, ser campeón es el objetivo. Y aquí radicaría la cuestión de fondo entre Ardusso y Spataro.
Ardusso adelante en el campeonato pero sin ganar. Spataro, con la victoria y con la necesidad del salto de último minuto por el campeonato (un invento de hace unos años para no desinflar al resto de los pilotos que se quedan afuera de la Copa de Oro).
Tratándose de un equipo muy especial en su concepción, que tiene respaldo de Renault pero Ardusso, por ejemplo, aporta económicamente para correr, ya desde su inicio la situación no tiene nada que ver con Renault Sport del Súper TC 2000 en el que conviven en diferentes estructuras Ardusso y Spataro. Por el bien del espíritu deportivo y lúdico de las carreras no debería haber órdenes de equipo, pero siempre las hay y las habrá. De hecho si eso hubiera ocurrido, debería haber ganado Ardusso aunque tenga menos auto que Spataro, ya que para Ardusso es medular cumplir con la victoria. Eso no ocurrió y el ganador fue Spataro quien superó lícitamente a su rival y lo venció.
Si hubo charlas previas y alguna táctica en función del objetivo nunca se sabrá. Si Spataro desobedeció, tampoco. Lo que se vió fue que el que ganó tuvo un festejo contenido y el que perdió, terminó shockeado sorprendido y desarmado. ¿Debió resignar la victoria Spataro para que su compañero gane y quede a tiro en el campeonato?, no parece muy lógico porque Spataro vuelve a tener chances. ¿Debió ganar Ardusso a toda costa?, es probable en función de su necesidad, pero si no tenía más auto que Spataro ¿qué iba a hacer, más que resignarse a quedar tercero? Tampoco hubiera ayudado a la imagen del equipo y del historico TC que Spataro levante en la ultima curva y deje ganar a Ardusso, teniendo a Esteban Gini en el medio.
Lo que verdaderamente hace explotar la polémica es la cuestión de las personalidades. La sagacidad, astucia, y el hambre de uno y la sorpresa, la resignación y la impotencia del otro. Spataro es un piloto que cuando está fuerte, es muy fuerte. Puede tener bajones pero resucita y estalla. No se guarda nada. Ardusso aparenta ser menos temperamental, más 'bueno' en la pista, pero muy inteligente y veloz en el momento de pensar una carrera. Fue sorprendido y debe estar dolido. No lo esperaba. En su disco rígido es probable que no haya aparecido esa maniobra si hubiera sido al revés. Es casi seguro que por su personalidad hubiera hecho lo necesario para que gane su compañero. Porque se trata de seres humanos, personas, mentes, almas, actitudes, fortalezas, debilidades, y formas de ser. Son esos componentes de una personalidad que no se reemplazan, ni se rompen, aunque algunos cambien con el paso del tiempo. No son variables mecánicas, sino personales. Y sin entrar en la injusta calificación de lo bueno o lo malo, y lo que debiera ser, la riqueza de esta polémica está centrada en ello. Cómo dos pilotos de excepción terminan en veredas opuestas no por sus autos, ni por su velocidad, ni por sus mecánicos sino que quedan enfrentados por sus personalidades. Ni buenos, ni malos, simplemente diferentes.